Nacha Pop: Los chicos de ayer
Hace 35 años editaron el primer gran álbum de la Nueva Ola española, que incluía ‘Chica de ayer’, himno imperecedero de nuestro pop. Lo recordamos con ellos y su productor, Teddy Bautista.
Ñete, Antonio Vega, Nacho G. Vega y Carlos Brooking en 1980 © Juan Ramón Yuste
“Nacha Pop y los demás”. En alguna pared del paso subterráneo de la Plaza de Colón de Madrid, casi bajo el Museo de Cera, tal vez exista aún esa pintada, debajo de docenas de carteles publicitarios. Fue la primera vez que se pudo leer en un muro el nombre de un grupo que sintetiza como pocos las muchas grandezas y algunas miserias del pop español de los 80.
En 2015 se cumplen 35 años del lanzamiento del debut, homónimo, de Nacha Pop, el primer gran álbum de la Nueva Ola. El que incluye Chica de ayer, la canción estandarte del pop español, y otro puñado de excitantes composiciones (Nadie puede parar, Antes de que salga el sol, etc), con la particularidad extra de que se dividían entre dos cantantes y autores con estilos diferentes pero complementarios: Antonio Vega y Nacho García Vega.
Por eso, Rolling Stone ha querido reunir a los tres supervivientes de Nacha Pop (Nacho García Vega, Carlos Brooking y Ñete Martín), y hablar también con su productor en ese LP, un Teddy Bautista que no se prodiga últimamente en exposición mediática.
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Volvamos a un día de finales de la década de los 70 en el subterráneo de Colón. Varios amigos del Liceo Francés tienen un grupo de música con el que ensayan los fines de semana. Su nombre, Uhu Helicopter, no les convence demasiado. Jaime Conde, batería, le lanza un vacile adolescente al cabecilla, Nacho, travistiendo su nombre de pila, y aquello agarra.
“Unos años después, en el 82 o el 83, hicieron una reforma en Colón, quitaron las capas de carteles y se volvió a ver la pintada”, cuenta García Vega (1961), sentado junto a sus compañeros en un café madrileño. Falta Antonio Vega, claro, fallecido en 2009.
Vega era primo de Nacho, cuatro años mayor (nació en 1957, tenía entonces 21), no se separaba de la guitarra y en los permisos de su mili valenciana empezó a tocar con su primo y sus amigos del Liceo: “Cuando volvía a Madrid se tiraba el fin de semana tocando con nosotros”, cuenta Carlos Brooking (1961), bajista. “Al volver de la mili”, dice Antonio Vega en el documental Tu voz entre otras mil, “una vez que se formó Nacha Pop, el tiempo era todo para la banda”.
El Liceo Francés tenía por aquel entonces “mucho ambiente artístico”, continúa Brooking: “Todos los años se organizaban conciertos de rock, con bastante buen nivel. Y había mucha inquietud por la música de fuera, la gente que viajaba te hacía partícipe de lo que descubría”.
Por aquella época era inusual que chavales de BUP viajaran al extranjero, pero el cosmopolitismo elitista del Liceo hacía más fácil enterarse de lo que pasaba por ahí fuera, y uno de los más enterados era Nacho García Vega, que incluso acudía a las oficinas de la discográfica Polydor como parte de una especie de estudio de mercado.
“No sé cómo llegué, creo que por un amigo”, cuenta el cantante y guitarrista de Nacha Pop: “Nos pidieron a cinco o seis chavales que si les podíamos dar nuestra opinión de los singles internacionales de Polydor, para ver si merecía la pena sacarlos en España. Fue muy cachondo. Dimos el visto bueno para que se editaran cosas de The Cure, Siouxsie & the Banshees, Sham 69…”.
En una de esas escuchas salió a relucir el nombre de los Zombies, nuevo grupo madrileño de pop, y Nacho comentó que él tenía una banda que rivalizaba con la de Bernardo Bonezzi. Carlos Narea, A&R [‘artist and repertoire’, cazatalentos] en Polydor, no dudó en grabarles una maqueta con vistas a una posible contratación.
En esa primera demo ya estaba Chica de ayer o Sol del Caribe, junto a otros temas más punkis como No te quiero nena o Gasoleo meo. Hoy puede resultar extraño escuchar a Antonio Vega cantar una letra como “La máquina se jode / se pinchan las ruedas / gasoleo meo / gasoleo meo”, pero el primo mayor era un camaleón musical con talento y pasión, que había sabido transitar desde su afición por el rock sinfónico hasta la inmediatez de la Nueva Ola y el punk-rock británico que fascinaban a Nacho y Carlos.
Por suerte, no eran los únicos en Madrid con esos gustos. Ya funcionaban los Zombies, Tos (futuros Secretos) o Radio Futura, y desde Onda 2, la FM de Radio España, locutores como Gonzalo Garrido, Rafa Abitbol o Mario Armero estaban en la misma frecuencia. Estos dos últimos también venían del Liceo Francés, y Armero, amigo del grupo, se convertiría en su asesor y principal valedor, radiando los temas de su maqueta, algo prácticamente inédito hasta entonces en la radio musical española.
“Era bastante inusual que sonaran maquetas en la radio”, explica Brooking: “Mario Armero usó durante una temporada como sintonía de su programa Revólver la maqueta de Miedo al terror [tema que luego entraría en el LP] en versión instrumental, e inmediatamente la gente la reconocía en los conciertos. Las maquetas en la radio eran una locomotora que tiraba, nos hacían ver que había posibilidades”.
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En Polydor sugirieron que Nacha Pop telonearan a Siouxsie & the Banshees, estrellas emergentes del post-punk británico, en su concierto del teatro Barceló, el 23 de abril de 1979. Aunque a García Vega y compañía les gustaba la banda de Siouxsie Sioux (“Tocar con un representante de la new wave británica fue muy emocionante”, indica Brooking), sus respectivos estilos no tenían mucho que ver, pero el punk-pop de Nacha Pop se hizo valer por encima de la vanguardista oscuridad de los ingleses: “Creo que mucha gente no sabía muy bien lo que iba a ver, y a las tres canciones de Siouxsie empezaron a pedir que volviéramos a salir nosotros”, cuenta García Vega, que también recuerda que aquel fue el último concierto en el Barceló antes de convertirse en la discoteca Pachá (y que Antonio Vega perdió su cartera allí).
Esa noche también dio pie a una curiosa anécdota: en el documental sobre Vega, su madre cuenta cómo se disfrazó con peluca y gafas de sol para acercarse al Barceló y ver qué era eso que ocupaba el tiempo de su hijo. La mujer no entendió nada y salió espantada del ambiente: “Gente subiéndose por la fachada, colándose por las ventanas… Y con unas pintas como no te puedes imaginar”, comentaba Mari Luz Tallés (“Es cierto que había mucha gente en la puerta intentando colarse, y los de dentro empezaron a gritar ‘que entren los de fuera’, de manera totalmente inconsciente, pues podía haber sido una tragedia”, dice Nacho).
Los sellos se habían empezado a dar cuenta de que algo se movía en el underground madrileño. Polydor había mostrado interés por Nacha Pop, pero les adelantó por la derecha Hispavox, probablemente la discográfica española más importante de la época (años después, en 1985, Polydor acabaría fichando a Nacha Pop, que permanecieron allí hasta su disolución en 1988).
“Cuando Carlos Narea nos iba a hacer la oferta de Polydor, nos llamaron unos directivos de Hispavox, José Luis Gil y Miguel Blasco, que estaban muy interesados, y digamos que le dimos esquinazo a Polydor”, recuerda García Vega: “Una de las cosas que nos convenció es que en Hispavox nos dijeron que ese contrato, que nos daba mucho miedo firmarlo, era papel mojado: en el momento en que quisiéramos dejar de estar en Hispavox, eso no serviría de nada”.
“Además –continúa Brooking– en Polydor maduraban la opción de sacar un EP, a modo de prueba, pero Hispavox llegó con la propuesta de grabar un LP. Les vimos más convencidos en nosotros”.
Con la firma del contrato (para la que tuvieron que esperar a que Nacho, el más joven de todos, cumpliera la mayoría de edad) y la grabación de maquetas preparatorias para el álbum, Nacha Pop se plantearon que definitivamente aquello iba en serio.
Jaime Conde, para quien según sus amigos aquello era más un divertimiento, era el eslabón más débil, y se le sustituyó por un baterista más experimentado. “La marcha de Jaime fue dura, por nuestra amistad, no había nada personal que nos separara. Pero él quizá tenía menos confianza o ambición en el proyecto”, dice Nacho García Vega.
El elegido fue un conocido de Antonio Vega, Antonio Martín Caruana, Ñete (1953), un batería versátil y experimentado, que había tocado con Karina, entre otros. Era, como prueban los ocho años que se lleva con Carlos y Nacho, de una generación anterior. “Siempre me había gustado el pop-rock –dice Ñete– y entrar en el grupo me rejuveneció”.
A Nacha le aportó una necesaria contundencia: “El grupo cambió de manera muy positiva, conectamos física y psíquicamente con Ñete y comenzamos a sonar con personalidad, había un equilibrio interesante entre los cuatro”, opina García Vega.
Superado ese obstáculo, Nacha Pop se encontrarían con otro más importante: la falta de confianza y comprensión de una discográfica que aún funcionaba a la antigua. Para Hispavox, igual que para otras casas de discos grandes, los grupos de la Nueva Ola (hasta un tiempo después no surgiría la palabra “movida” para agruparlos) eran solo promesas embrionarias, unos bichos raros entre los cantantes melódicos y los ídolos de adolescentes que de verdad vendían y eran rentables.
“Nos hicieron una serie de promesas que no se cumplieron”, señala Nacho: “Nos dijeron, por ejemplo, que íbamos a ser importantes para la compañía y ya vimos pronto, al empezar el disco, que no pintábamos una mierda”. “Las compañías lo que hacían muchas veces era apalancar grupos para que otras no pudieran grabarlos”, considera Ñete.
Teddy Bautista no era el productor moderno que el grupo esperaba para su debut. Ellos hubieran preferido a Bob Clearmountain (que había trabajado con The Rezillos o Roxy Music) o a Nick Lowe, a quien admiraban por sus propios discos o sus producciones para The Damned o Elvis Costello. “Cuando nos propusieron a Teddy Bautista nos sonó extraño, le teníamos por un músico de rollo sinfónico, que había hecho Jesucristo Superstar –relata Nacho–, pero ya en el primer encuentro vimos que era un tipo adorable y encantador, que supo tocarnos la fibra sensible diciéndonos que era amigo de Nick Lowe y que conocía a gente que nos gustaba”.
“Yo venía de producir a Aute, Rosa León, Miguel Ríos, Leño, Cucharada y otros”, cuenta Bautista a Rolling Stone: “Seguramente me verían como un clásico, pero cuando hablamos empezamos a coincidir en los análisis y en los gustos. Les hablé de Dave Edmunds, al que había visto en Cardiff recientemente ¡y resultó que era uno de sus ídolos!”.
“Había llegado a ellos porque el director de Artista y Repertorio de Hispavox, Miguel Blasco, me llamó y me habló de Radio Futura y de Nacha Pop”, continúa Bautista: “Yo escuché las maquetas de ambos y me decanté por estos últimos, sobre todo por las canciones que tenían. Era pop inglés fresco e ingenuo, que con un buen tratamiento daría mucho de sí. Mi amigo Honorio Herrero prefirió Radio Futura y todos tan contentos”.
Tras escuchar la “rudimentaria” maqueta y conocer a Nacha Pop, el productor realizó un diagnóstico de los puntos fuertes del grupo: “Antonio tenía un timbre de voz único, husky [ronco], y afinaba bien. Además, como guitarrista había digerido las frases y giros del pop británico con gusto y estilo. Nacho era el más listo de todos, conocedor de las nuevas tendencias y líder natural del grupo, además de ideólogo. Cantaba bien con un tono nasal muy moderno y componía con sentido de la estructura pop. Carlos era un buen bajista consistente y cuando Ñete entró conseguimos un empaste sólido de la sección rítmica, gracias sobre todo a la experiencia de este con grupos anteriores. En síntesis, había talento con el que trabajar y crear algo nuevo y original”.
La grabación no fue fácil. Confirmando la impresión de que eran “la última mierda” de la compañía, en Hispavox les dieron horarios delirantes en sus estudios, en los huecos que dejaban Bertín Osborne, Raffaella Carrà o José Luis Perales, entre otras estrellas del momento.
“No suponíamos ningún coste en grabación porque nos daban los retales sueltos”, apunta García Vega: “Nos decían “venid el martes desde las 2 a las 6 de la mañana, y luego grabáis cuatro días después, que tenéis de 10 de la mañana a una del mediodía’. Era la peor forma de tener concentrado al grupo para grabar un disco”.
Además, la renovación generacional que sí se había dado entre ciertos músicos (e incluso entre los periodistas y locutores), aún no había llegado a esos históricos estudios de Hispavox en la calle Torrelaguna, donde unos años antes Rafael Trabucchelli había patentado un sonido de brillantes arreglos trufado de vientos y elementos orquestales. “Los técnicos funcionaban a la vieja escuela, estilo Mari Trini, con la voz muy alta, sin que apenas se escuchara la batería o el bajo, y tampoco la guitarra. El concepto era la voz delante y, de fondo, la orquesta”, dice Ñete. “Era un estudio fantástico, pero el técnico nunca nos convenció”, apunta García Vega.
De Teddy Bautista, por el contrario, el grupo no guarda queja alguna. “Musicalmente tiene mucha cultura, y tenía la cabeza en el presente”, señala Carlos Brooking: “Tenía muchas ganas de trabajar con mocosos como nosotros”. “Y respetó muchísimo al grupo”, concluye Ñete.
“Retocamos ligeramente algunas armonías y aspectos básicos de la estructura de los temas sin alterar el frescor y la impronta de su propuesta urgente”, cuenta Bautista sobre el proceso de grabación: “Hablábamos mucho de todo, no solo de música, buscando un clima de confianza creativa y de complicidades casi ideológicas. Hice que dejaran de odiar las claquetas y conseguimos un tempo sólido que es lo que le dio al disco ese aire cosmopolita, con las guitarras flotando y acentuando los contrapuntos sobre una base rítmica robusta y las voces desencadenando los mensajes y las emociones”.
El repertorio de lo que sería el debut homónimo Nacha Pop venía de los dos años anteriores, canciones muy trabajadas en los ensayos diarios en los locales de La Isla de Gaby (y antes en la casa de Mamina, abuela de un amigo del Liceo: “Su nieto la engañó diciéndole que él era parte del grupo”).
Una canción sobresalía entre el resto, no solo por su calidad, sino porque rompía la pauta de enérgico pop guitarrero de temas como Antes de que salga el sol o Cita con el rock and roll. Hablamos de Chica de ayer, que pese a su disparidad no encontró resistencia para entrar en el álbum. “Se aceptó porque era muy bonita”, dice Nacho: “No tenía mucho que ver con nuestra manera semipunki de componer, pero éramos suficientemente inquietos como para saber que podíamos abrir el espectro. Antonio nos hizo ser más versátiles”.
La canción tuvo su evolución desde que Antonio Vega la esbozó en una playa valenciana mientras hacía el servicio militar. En Tu voz entre otras mil se recuperan unas declaraciones del músico sobre ese día:
“En una ocasión tuve un desafine con un mando y yo pensaba que me iba al calabozo, pero prefirió mandarme a tomar viento fresco (…). Estaba con un cabreo acojonante, así que cogí la guitarra y me fui con ella en dirección a la Malvarrosa. Me dio por coger un lápiz y un papel e imaginar una letra y ponerle una música sencilla. Cuando volví por la noche, caminando por la avenida del puerto, estaba muy emocionado con la canción; fue la primera que escribí.”
Quién fue la chica de ayer, “la pregunta del millón” según Nacho, es una cuestión aún sin responder. En Tu voz entre otras mil se especula con ello sin llegar a una conclusión, aunque se muestra la foto de una mujer sin nombre y la directora, Paloma Concejero, afirma de forma misteriosa haber recibido una llamada de esa mujer (incluso una conocida política afirmó en 2014 ser ella esa chica, sin más argumentos que sus estudios en el Liceo Francés y que conocía a los Vega).
→ Chica de ayer – Nacha Pop, 1980
“No sé si Antonio se refería a alguien en particular, aunque creo que sí: hablando con mis hermanos mayores me han dicho que era una chica en concreto, y que ella misma no lo sabe”, apunta García Vega: “No voy a decir su nombre, porque nunca quedó del todo claro. Es parte de la magia de la letra”.
Nacho García Vega recuerda que Chica de ayer “cambió desde que la trajo Antonio de la mili, porque al principio era una especie de suite de seis o siete minutos que pasaba por diversos momentos”. Y añade: “Nosotros potenciamos que Antonio hiciera una canción radiable”.
A la hora de grabarla en la calle Torrelaguna, Teddy Bautista propuso tocar un piano (sólo tocaría en otro tema mas: “En Miedo al terror utilicé un Yamaha CS80 con sonido de Hammond B3”, especifica). “Antonio me cantó en un descanso de los ensayos Chica de ayer, voz y guitarra solo, y se me pusieron los pelos de punta: la frase ‘demasiado tarde para comprender’ resumía una amargura infinita, pero íntima al mismo tiempo, que me resultó inspiradora”, rememora Bautista: “Esa noche en mi casa reproduje la canción en el piano y parecía un tema de Carole King o James Taylor. Se lo propuse a los chicos y les gustó la idea del piano, porque lo probamos y los acordes en corcheas añaden a la canción un aire hipnótico”.
“La intervención de Teddy al piano en Chica de ayer fue importante”, analiza Carlos Brooking: “Éramos un grupo de guitarras y no contemplábamos meter un piano, pero nos lo propuso y nos gustó”.
Chica de ayer, un melancólico medio tiempo, no encaja en el despendolado optimismo y las ganas de epatar de la mayoría de los éxitos nuevaoleros del momento. Pensemos en Mari Pili, de Ejecutivos Agresivos, Enamorado de la moda juvenil, de Radio Futura, o en Horror en el hipermercado, de Alaska y los Pegamoides, todas de 1980. Pero tal vez por su clasicismo formal y por su enigmática letra, que habla de incomunicación y destila sensaciones turbias, ha aguantado el paso del tiempo mejor que ninguna (lo cual no es poco mérito dado lo trillada que está la canción en los últimos tiempos).
Entre las 12 canciones de Nacha Pop hay siete de Antonio Vega, tres de Nacho García Vega y dos de ambos. Aún no existía el Antonio Vega que escribiría letras poéticas con profunda precisión científica; era entonces un compositor mucho más urgente e inmediato, a tono con el estilo de Nacho, aunque las letras de Antonio ya destilaban cierta fascinación por la mística del lado oscuro (como el vampiro de Antes de que salga el sol). Su primo optaba, por contra, por la exuberancia juvenil en excitantes canciones como Nadie puede parar o la fantasía de Sol del Caribe.
Acabada la grabación de Nacha Pop, aún debieron esperar unos meses hasta que se editó. “Se adelantó el álbum de Radio Futura [Música moderna], aunque habían grabado después que nosotros, y eso hizo que el nuestro se retrasara. Estuvimos bastante tiempo esperando”, revela Carlos Brooking.
Saldría finalmente en otoño de 1980, aunque nadie recuerda la fecha exacta. Pero ni con las sesiones de grabación finalizadas se había acabado la pesadilla del grupo con el sonido perpetrado por Hispavox.
→ Detalles del disco póstumo de Antonio Vega
“Nos habían dicho que con la mezcla el sonido iba a coger otra dimensión, mejoraría. Pero no se escucha como queríamos”, dice García Vega. Al cortar el acetato, el proceso por el que se transfieren las ondas sonoras contenidas en las cintas magnéticas a los surcos del vinilo, Hispavox decidió quitar agudos y graves, con lo que la primera edición de Nacha Pop se oía aún peor de lo esperado.
“Nos quisieron engañar como a niños, nos decían que la aguja con la que se hace el acetato es muy muy cara, y si le das muchos graves o agudos se puede romper”, explica Nacho poniendo voz de explicación paternalista, y Teddy Bautista profundiza: “Quisieron aplicarles limitadores al programa para proteger a las agujas de la cortadora y yo me negué rotundamente, peleamos, como me había pasado en ocasiones anteriores, sobre todo con Leño y con Ciclos, de Canarios. Tuvimos que repetir los acetatos un par de veces pero conseguimos un compromiso razonable entre el deseo y la realidad”. Para la banda, las correcciones no fueron suficientes, y por eso –y no por espíritu punk, en este caso– en la contraportada de Nacha Pop se puede leer: “Este disco debe ser reproducido a niveles perjudiciales para el oído”.
Todo ello pudo contribuir a que entre parte del público se considerara que los Nacha habían perdido mordiente en su álbum. “Había canciones que en el disco sonaban más poperas que en el local o en directo, donde la guitarra sonaban con más mala hostia”, admite Ñete. “En directo sonábamos mejor, más compactos, que en el estudio”, concluye Nacho.
Prueba de ello es que Nacha Pop fueron designados para telonear a los Ramones en la plaza de toros de Vista Alegre de Madrid el 26 de septiembre de 1980. “Ahí se vio que el público iba a aceptar nuestra diversidad. Se suponía que el público iba a ver punk-rock y salieron encantados de vernos. Vieron que nuestro repertorio era una bola con muchos colores”, dice Nacho García Vega, que aún se ríe recordando la cara de alucine de los Ramones cuando en la rueda de prensa un periodista les preguntó si habían estudiado en el conservatorio…
Que Nacha Pop telonearan a los Ramones, aunque salieran airosos del desafío, pareció una herejía al sector más punk e irreverente de la Nueva Ola, que los tachaban de “babosos”, junto a otras bandas de pop como Secretos o Mamá. En su libro Música moderna, escrito en presente y editado en marzo de 1981, Fernando Márquez El Zurdo, que había militado en Kaka de Luxe o Paraíso (luego pertenecía a la facción vanguardista), encuadra a Nacha dentro de “los grupos sanos”. Es respetuoso con ellos (otras bandas recibieron puñales a mansalva), pero los encuentra monótonos y poco imaginativos.
“Cuando decían que éramos babosos, nuestra traducción es que éramos un grupo de amplio espectro, diverso”, dice Nacho, y Carlos Brooking sigue: “A veces tocábamos con grupos superpunk, de esos que paraban de tocar para pegarse entre ellos, y podrías pensar que si tocabas Chica de ayer en ese ambiente te iban a lapidar ahí mismo, pero siempre había un respeto, porque demostramos que tocábamos distintos palos y los defendíamos bien”.
“Nacha Pop, la chica de ayer no era virgen”, reza un titular en la portada del número de noviembre de 1980 de la revista pornográfica Lib, al lado de una venus apenas cubierta con pieles y otros reclamos como “A Sara Montiel le va la marcha gay”. “En Hispavox no sabían qué hacer con un grupo de la Nueva Ola –ccuenta Ñete con sorna–, con lo que vieron normal meternos en la porno Lib, y ahí estuvimos posando con nuestros instrumentos junto a dos tías desnudas, flipando, pensando ‘¿qué coño hacemos aquí?”.
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No sólo era desorientación del sello. Según el grupo, no invirtieron en promoción “ni la décima parte” que para un artista establecido, y tampoco en distribución, pues el disco no se encontraba fácilmente en las tiendas. Además, el grupo se enemistó con Los 40 Principales, puerta al éxito masivo, cuando Chica de ayer (único single extraído del álbum) comenzó a hacerse conocida.
“Ellos cortaban el bacalao, y quisieron que grabáramos un jingle de Chica de ayer con la letra cambiada, frases dictadas que tenían que ver con la promoción de Los 40”, rememora Nacho: “Nos negamos y nos cogieron un poco de manía, tanto en la compañía como en 40. No éramos los tipos simpáticos y sumisos que ellos esperaban”.
En su momento, Nacha Pop vendió alrededor de 20.000 copias, lejos de ser un fracaso, pero aún más lejos de ser un gran éxito. Los debuts de Radio Futura o Zombies, también muy esperados, se quedaron igualmente a años luz de ser discos de éxito, dando lugar a un pequeña decepción entre músicos, periodistas y fans nuevaoleros. Al final, 1980, el año en el que todo iba a explotar, no fue para tanto… aunque sentó las bases para lo que vendría después.
“Las compañías fichaban para que no te fichara otra, ponían una inversión mínima y a ver si les tocaba la lotería, como pasó con Mecano. Es decir, tirar la moneda, a ver si cae de canto y se lo llevaban muerto”, explica García Vega: “No fue así en nuestro caso, pero no pudieron evitar ver que éramos un grupo con fans muy apasionados”.
A Nacha Pop el futuro cercano les trajo otro espléndido disco, autoproducido y más guitarrero (Buena disposición, 1982), que también pasó sin pena ni gloria, por falta de compromiso de Hispavox. Después se largaron de la compañía, usando la independiente DRO como puente, y acabaron en Polydor. Aunque siempre tuvieron una amplia base de fieles fans, el grupo no llegó a explotar como otros compañeros de generación tipo Alaska, Radio Futura o Loquillo.
Su único disco en alcanzar las 100.000 copias fue el directo de despedida, 80/88, pero muchas de sus canciones tienen un lugar en la memoria colectiva mucho más importante de lo que indican sus cifras de ventas. Y su debut, este excitante Nacha Pop, sigue sonando fresco y vivo 35 años después, un disco que supo atrapar el espíritu urgente, arriesgado, ambicioso y sin prejuicios de un momento.
→ La portada del álbum póstumo de Antonio Vega
RETRATAR A ANTONIO VEGA A
Durante cinco años, desde poco después de la muerte de Antonio Vega en 2009, la directora Paloma Concejero se sumergió en la vida del músico para hacer Tu voz entre otras mil (ya disponible en DVD). “Ha sido una entrega total al proyecto”, dice la madrileña, que reconoce, “entre las secuelas” que le ha dejado el proyecto “un insomnio brutal. De repente, en la cama, me venía a la cabeza una secuencia muy complicada montada entera y tenía que levantarme a escribirla”.
Con un montaje y unos recursos visuales espectaculares, Tu voz entre otras mil se estrenó en 2014 en salas de cine, batiendo el récord de permanencia de un documental español (cuatro meses), aunque Concejero se queja del ninguneo “oficial”, pues no fue nominado a los Goya. “Es una apuesta valiente de una productora independiente, Rodando Voy, para un género [el documental] que no se apoya”.
Concejero también echa de menos otra actitud hacia los documentales sobre personajes famosos: “A mí desde ciertos sectores se me ha reclamado algo hagiográfico sobre Antonio”, explica, “pero yo me reafirmo en el derecho de un periodista o documentalista a ser honesto y apostar por historias reales que no eluden temas espinosos”.
La periodista y directora madrileña se refiere a las críticas que le han reprochado hacer demasiado hincapié en la adicción a la heroína de Vega: “Ahora que estoy trabajando en una serie documental sobre los 80 [Ochéntame] estoy viendo que la heroína arrasó con todo, una generación entera, pero parece que en nuestra sociedad aún quedan tabúes”. Afirma que no ha querido hacer sangre: “Ha habido partes de su comportamiento de heroinómano que no aportaban nada a la historia del artista y se quedaron fuera del documental”.
Lo peor para Paloma Concejero ha sido la desvinculación de la familia del artista, entre acusaciones de traición, tras haberse implicado cediendo impagables imágenes de Super 8 de la infancia de Vega y, sobre todo, con la disposición de Mari Luz Tallés, la madre, a hablar.
“Ha sido terrible la marcha atrás después de haber ido de la mano todo el tiempo”, confiesa Concejero: “Ellos creyeron en nosotros y nosotros no nos movimos de lo que les dijimos que íbamos a hacer. En todo momento Carlos [Vega, hermano] estuvo de acuerdo en que la historia de Antonio pasa por lo que pasó en torno a las drogas, pero creo que hubo otra gente que al ver la película se asustó y se metió por medio”.
Otro puntazo de Tu voz entre otras mil son las cintas de conversaciones que el biógrafo Bosco Ussía grabó con Vega, en las que habla a calzón quitado: “Con ellas se abrió un mundo de posibilidades enorme para contar historias”, relata Concejero: “Me gustaría que la gente escuchase cómo hablaba de las drogas, de los poblados.. Hablaba de todo eso sin complejos, porque era su vida, su día a día”.
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